Por:
María Fernanda Pérez
Una
vez leído con detenimiento el ensayo titulado El
Paradigma de Investigación en la Realidad Social realizado por la
compañera lo complemento con las siguientes ideas.Uno de los grandes problemas con los que se
enfrenta la Teoría Crítica, es la de absolutización positivista de la
metodología de las Ciencias de la Naturaleza, y de su supuesta interdependencia
del sujeto cognoscente. Esto es, de cómo las Ciencias de la naturaleza se han
arrogado el privilegio de reconocerse a sí mismas, no como un modo o forma de
conocimiento, sino como la identificación entre conocimiento y Ciencia; es
decir, que ellas mismas conformarían el cúmulo de un conocer absoluto, único y
verdadero. Y que además, en la participación de este conocimiento, nada tiene
que ver un sujeto cognoscente, sino tan sólo de un modo instrumental, y nunca
como un protagonista o agente activo y central del mismo.
Para ello, Habermas hace una crítica a la
explicación de los problemas, insatisfactoriamente respondidos por Husserl en
su Fenomenología. Éste, plantea la cuestión de una crisis moderna, demostrando
en un enfoque netamente histórico-filosófico el nacimiento, desarrollo,
y desvío de la Ciencia y del Hombre Europeo, caracterizados
originariamente por su universalidad, y por su hostilidad a las tradiciones
culturales particulares y objetivistas; una Filosofía encarnada como Ciencia
Universal, que esté por sobre toda filosofía concreta, y sea capaz de orientar
al hombre hacia una vida en plena libertad por la pura razón; e impulsado hacia
unos ideales morales ilimitados. Pero que el resquebrajamiento entre Ciencia y
Vida, o entre Ciencia y Filosofía, es el gran dilema acaecido en una crisis
espiritual de la modernidad europea. La Ciencia se despoja de toda relación con
problemas de tipo ético, moral o directamente humanos, y se despreocupa de
aquello que viene a ser decisivo para la humanidad, relegándoselos a la
Filosofía, quedando de este modo, el hombre, desamparado, sin poder soñar
siquiera con una Ciencia Universal. Y así, ocurre, por un desvío de la
intención original de la Ciencia europea, la separación y absolutización de la
ciencia moderna, de su objetivación y monopolio.
Por ello, para Husserl, la recuperación de esa
intención originaria, de ese verdadero carácter de la ciencia universal, o de
esa relación intrínseca entre Ciencia y Filosofía, ha de recuperarse por medio
de una profunda reflexión sobre la historia espiritual de Europa, sobre su nacimiento
y su desvío; y su Fenomenología Trascendental, pretendía, en cierto
modo, ser el inicio a semejante reflexión.
Lo que olvidaba Husserl, o más bien, aquello de lo
que jamás se logró dar cuenta, -dice Habermas-, es de que la Ciencia que nace
en Grecia, ya compartía con el positivismo, una postura teórica y un mundo
estructurado independiente del sujeto cognoscente. Es decir, que ya la Teoría
griega, presuponía un orden ideal del cosmos y la idea de un ser inmutable;
y por otro lado, ese “desinterés” (o esa actividad por la pura actividad),
obedecía en realidad a un interés emancipativo del hombre griego, respecto al
mundo mítico y religioso del cual era antes un esclavo; pero que ahora, con el
surgimiento de la nueva ciencia, en forma de una cosmología, podía el hombre
liberarse y realizarse a sí mismo en una praxis fundada en su propia voluntad.
Pero esto –sigue Habermas-, sólo se hizo posible por medio de una cosmología.
He aquí, el por qué Husserl, al despojar del elemento cosmológico a su Teoría griega, y quedarse sólo con
esa Ciencia desinteresada,
pierda la capacidad de explicar satisfactoriamente la relación entre Filosofía
y Ciencia; tarea que intentará Habermas, no restaurando la Tradición tradicional,
sino que, reelaborando la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt.
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