¿Por qué un manual?

Por Adriana Miranda

Muchas veces nos preguntamos por qué las instituciones establecen normas de presentación para los trabajos que hay que atender al pie de la letra sin salirse de las especificaciones. 

Mi respuesta ante esta interrogante siempre se soporta en la convicción de que es necesario garantizar la objetividad en la evaluación. Desde la postura del participante cumplir con un manual no es tarea fácil, pero hay que cumplirlo. Desde el punto de vista del docente y de la institución, garantizar que todos los trabajos se parezcan en aspecto, el uso de distintas fuentes, formas o esquemas no influirá de ninguna manera en la evaluación del contenido. 

Pensemos por un momento en las licitaciones que hacen las organizaciones cuando convocan a proveedores para concursar, por ejemplo, por un contrato. En este caso, existen normas y formularios estándar para que los postulantes completen y, por supuesto, la organización pondrá atención al cumplimiento, pero el énfasis estará en el contenido. Aunque el ejemplo no tiene que ver con los procesos académicos, nos sirve para afirmar que cualquier grupo de evaluadores (comité de arbitraje, comisión evaluadora, jurado evaluador) necesita un baremo (normas de presentación), que además de garantizar un aspecto uniforme, servirá para evitar la subjetividad. De esta forma el evaluador corregirá el contenido, sin verse sugestionado por elementos de forma o de aspecto. Esta, en esencia, es la razón de ser de un manual.